Te quiero a las siete de la mañana y a las nueve de la noche, y es por eso que te dejo ir. Te quiero con alguien que te haga feliz y con todo mi corazón, deseo que nunca más tus bellos ojos derramen una sola lágrima de tristeza, pero a veces en las madrugadas de insomnio, me pregunto si lo correcto es dejarte ir.
Pero a las dos de la mañana o a las cinco de la mañana cuando me pongo a recordar todo lo bueno y tú piensas en todo el tormento que vivimos, que guarda mi corazón en sufrimiento.
Luego vuelvo a aquella noche en la que nos conocimos bajo el brillo de la luna y siento que desde ese entonces, supimos el tormento que nos íbamos a causar, que de algún modo me lo dicen tus ojos y tu silencio consecuente a lo que tu boca calla.
Mientras mi corazón lata, siempre velare por tu sueño y con seguridad te puedo decir, que siempre me tendrás.
Todos los sentimientos que pronto te harán estallar en sufrimiento y te harán maldecir todo lo vivido entre nosotros. Hay días también que esos sentimientos no existen, hay horas que te despreocupas de todo y, hay minutos en que todo te preocupa.
Me preocupan tus manos, que aún en la oscuridad buscan secar las lágrimas de tus ojos, me distraen tus labios, que a pesar de la tristeza sin capaces de sonreír.
Y tú vienes en busca de tu lugar seguro a mi encuentro y los dos mientras disfrutamos de nuestra compañía mutua en un instante y nos metemos en nuestros recuerdos y emociones hasta que yo rompiendo el silencio que nos inunda te digo que...
Es probable que no seré capaz de olvidarte en muchos años.
Ya ves. ¿Quién podrá amarte igual o mejor que yo, amor de mi alma?
Me distraen esas canciones que en su momento dedicamos con tanto amor, las tantas veces que de nuestros labios salieron esos "te quiero" más sinceros y los "te odio" que en su momento tenían todos los sentimientos menos el odio.