La Celestina levanta una mano en un gesto dramático mientras habla. Calisto la observa con interés y esperanza, deseando escuchar más.
Aparece la Celestina, una mujer anciana, vestida con ropas viejas pero con una mirada astuta y sonrisa engañosa.
Por un pequeño precio, puedo hablar con Melibea y asegurarme de que acepte una cita contigo. Pero necesitaré más oro para persuadirla completamente
Oh, joven señor, he oído de tu ardiente deseo por la hermosa Melibea. Tengo los medios para ayudarte.
Calisto, con expresión ansiosa y esperanzada, saca una bolsa llena de oro y se la entrega a la Celestina, quien la recibe con una sonrisa astuta.
Calisto, con expresión ansiosa y esperanzada, saca una bolsa llena de oro y se la entrega a la Celestina, quien la recibe con una sonrisa astuta.
Aquí tienes, buena Celestina. Toma todo este oro y asegúrate de que Melibea acepte verme.
No te preocupes, joven señor. Haré que Melibea no pueda resistirse.
Glisser: 2
Garcilaso de la Vega, un poeta con vestimenta renacentista, se encuentra en un jardín
Cada pétalo, cada hoja, cada susurro del viento es una sinfonía que alegra el alma y embriaga los sentidos. ¡Oh, cuán hermosa es la naturaleza en su máximo esplendor!
¡Oh, naturaleza, tu belleza es un canto eterno! Los ríos cristalinos, los verdes prados y las flores que adornan este edén son reflejo de la perfección divina.
Eres tú, amada mía, la que da vida a esta naturaleza. En tu presencia, el mundo florece y el sol brilla con más fuerza. Eres la musa que inspira mis versos, la más pura y virtuosa de todas
Pero aún más hermosa es mi amada, rubia como el oro, de piel blanca y pura como la nieve, un ángel en la tierra. Su virtud y su belleza son incomparables.
Glisser: 3
Pero la paz se rompió cuando el malvado Rodrigo secuestró a Isabel, desafiando el honor de Fernando
En un pequeño pueblo, el joven Fernando y la hermosa Isabel vivían su amor en paz y armonía
Con su honor en juego, Fernando desafió a Rodrigo en un combate de sangre. La justicia debía prevalecer.
El pueblo, testigo del duelo, proclamó que Fernando había hecho lo correcto. El honor debía ser defendido, incluso con sangre