¡Es verdad! Soy nervioso, terriblemente nervioso. Siempre lo he sido y lo soy. Pero, ¿podría decirse que estoy loco? La enfermedad había agudizado missentidos, no los había destruido ni apagado
Me llevaba una hora meter toda la cabezapor esa abertura hasta donde podía verlo dormir sobre su cama.
Y luego,cuando mi cabeza estaba bien dentro de la habitación, abría la linterna concautela, con mucho cuidado, hasta que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre.
Yo quería mucho al viejo. Nunca me había hecho nada malo. nunca me habíainsultado. no deseaba su oro. Creo que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojosemejante al de un buitre. Era un ojo de un color azul pálido, con una fina pelicula delante.
Cada vez que posaba ese ojo en mí, se me enfriaba la sangre; y así, muygradualmente, fui decidiendo quitarle la vida al viejo y quitarme así de encima ese ojo para siempre.
Cada noche, cerca de medianoche, yo hacía girar el picaporte de su puerta y laabría, con mucho cuidado. Y después, cuando la había abierto lo suficiente parapasar la cabeza, levantaba una linterna cerrada, completamente cerrada, de modoque no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. La movía muydespacio, muy lentamente, para no molestar el sueño del viejo.
Hice esto durante siete noches, cada noche cercade las doce, pero siempre encontraba el ojo cerrado y era imposible hacer eltrabajo, ya que no era el viejo quien me irritaba, sino su ojo. Y cada mañana,cuando amanecía, iba con miedo a su habitación y le hablaba resueltamente,llamándole por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado lanoche. Por tanto verá usted que tendría que haber sido un viejo muy astuto parasospechar que cada noche, a las doce, yo iba a mirarlo mientras dormía.
La octava noche, fui más cuidadoso cuando abrí la puerta. El minutero de un relojde pulsera se mueve más rápido de lo que se movía mi mano. Nunca antes habíasentido el alcance de mi fuerza, de mi sagacidad. Casi no podía contener missentimientos de triunfo, al pensar que estaba abriendo la puerta poco a poco, y él ni soñaba con el secreto de mis acciones e ideas. Me reí entre dientes anteesa idea. Y tal vez me oyó porque se movió en la cama, de repente, comosobresaltado, pensará usted que retrocedí, pero no fue así.