Suspiró mio Cid, por los pesares abrumado,habló mio Cid bien y muy mesurado:
—¡Gracias a ti, Señor, Padre que estás en lo alto!¡Esto han tramado contra mí mis enemigos malvados!—
El Campeador se dirigió a su posada,en cuanto llegó a la puerta, se la encontró bien cerrada, por miedo del rey Alfonso así estaba preparada.
¡Abrid, soy yo, Mio Cid Ruy Díaz!
BURGOS
Una niña de nueve años a la vista se paraba:
—¡Campeador, en buena hora ceñisteis espada! El rey lo ha prohibido, anoche llegó su carta con grandes precauciones y solemnemente sellada.No nos atreveríamos a abriros ni a acogeros por nada; si no perderíamos los bienes y las casas, y además los ojos de la cara.
Ya lo ve el Cid, que no tiene del rey la gracia;se alejó de la puerta, por Burgos espoleaba,llegó a Santa María.
¡Martín Antolínez!
¡Mio cid! Venid conmigo, yo le abasteceré de pan y de vino.
Una vez abastecido el Cid, le pidió a Martín Antolínez que prepararan dos arcas, las llenaran de arena, las forren de guadamecí y clavos dorados. Seguido de esto, se dirija a Burgos para preguntar por Rachel y Vidas.
Tiene dos arcas llenas de oro afinado, ya lo veis, que el rey lo ha expatriado, ha dejado sus heredades: aquéllas no se las puede llevar; el Campeador las dejará en vuestras manos y prestadle el dinero que sea apropiado. Tomad las arcas y ponedlas a salvo, con firme juramento dadme palabra ambos de no inspección.
—Rachel y Vidas, dadme los dos las manos, que os haré ricos. El Cid por los tributos hubo entrado, se apropió muchos bienes y muy extraordinarios; retuvo de ellos cuanto valía algo, de ahí vino esto por lo que ha sido acusado. arlas en todo este año.
Rachel y Vidas aceptaron el trato del Martín Antolínez en representación dl CId, a cambio de seiscientos marcos. Enseguida se dirigieron a guardar las arcas del Cid.
Noasotros guardaremos muy bien de las arcas hasta pasado un año.