Un día como otro cualquiera, el Conde Lucanor acude a Patronio en busca de consejo.
Patronio, necesito un consejo tuyo, un familiar mío tiene un problema y necesita tu ayuda.El vive en un lugar con frecuentes atropellos y a el le resulta muy penoso estar sufriendo todas las afrentas que le suceden...Así que os ruego que me digais como puede afrentar esto.
Y Patronio decide contestarle de esta forma.
De acuerdo Señor Conde Lucanor, pues le voy a contar la historia de una zorra que se hizo la muerta.
Erase una vez...
Tras rogar abiertamente a Patronio en busca de consejo...
Una vez de día...
Contando la historia de una zorra que se hizo la muerta en medio de la calle.
Al cabo de un rato...
¡Yo me quedo el pelaje!
¡Pues yo me quedaré los dientes!
Una zorra que salió por la noche a cazar gallinas de un corral, pero, justo cuando se iba, empezó a amanecer.
Pero, al rato llegó un hombre interesado en el corazón de esta zorra...
¡Yo quiero su corazón!¡¿Eh?! ¡Pero si esta viva!¡¡¡No huyas!!!
Al hacerse de día, la zorra no podía escapar de la gente que andaba por las calles, y decidió tumbarse y hacerse la muerta.
Pasaron diferentes hombres que querían su pelo, dientes y la uña del pulgar, ya que eran de buena calidad, y, como se estaba haciendo la muerta, no le importó prescindir de esas cosas que no eran imprescindibles.
Y como era algo imprescindible, decidió salir corriendo y arriesgar su vida. Así fue como Patronio le comentó al Conde que solo debes arriesgar por lo imprescindible. Recitando la siguiente moraleja: Soporta las cosas mientras pudieras,y véngate sólo cuando debieras.