En una ranchería cercana a la ciudad de Tijuana vivía una enfermera llamada Eva
Era muy conocida y respetada porque ayudaba a los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora iba adonde se lo pidieran.
¿Qué es lo que tiene? —preguntó la enfermera.
Señorita Eva, mi esposo está enfermo, necesita que lo atiendan; por favor, venga a verlo.
Ha tenido mucho dolor de estómago, toda la noche se estuvo quejando —respondió la mujer.
Cierto día, llegó a su casa una señora que le rogó muy angustiada:
Está lejos —dijo la enfermera—. Primero voy a ver a una vecina que también está enferma, pero dime cómo llegar y en cuanto me desocupe, iré para allá.
¿Por dónde vives?
Cerca de La Rumorosa —contestó.
La señora le dio las señas del lugar y se fue. Mientras tanto, la enfermera tomó su maletín y se dirigió a la casa de su vecina. Terminada su visita, salió rumbo a La Rumorosa caminando bajo el calor intenso del mediodía, pero en su prisa por llegar adonde la esperaban, equivocó el camino
—No veo ninguna casa —pensó preocupada— estoy segura de que me dijo que era por aquí.