Todas las obras literarias se pueden categorizar de dos maneras: como ficción o no ficción. La no ficción es un escrito que es veraz y preciso en cuanto a los hechos. Si bien el propósito principal de la ficción es entretener, la escritura de no ficción tiene como objetivo informar. Las obras de no ficción pueden estar diseñadas para preservar datos, transmitir información instructiva o contar historias históricas o biográficas reales.
La no ficción temprana comúnmente tomaba la forma de libros de contabilidad, cuentas cronológicas, legislación, cartas y otros documentos primarios. Con el tiempo, estos formatos prácticos se convirtieron en géneros específicos, que incluyen la biografía, la autobiografía y las memorias. Varios textos cotidianos modernos también entran en la categoría de no ficción. Periódicos, revistas, libros de texto y manuales de instrucciones son textos de no ficción que los lectores pueden encontrar con regularidad.
Aunque la no ficción se basa en la verdad, esto no significa que esté libre de prejuicios. Gran parte de la no ficción está influenciada por la perspectiva del escritor. Al igual que en la ficción, la elección de palabras y la estructura de las oraciones juegan un papel importante en la transmisión de los sutiles sesgos del escritor de no ficción. Las autobiografías, por ejemplo, generalmente incluyen la inclinación particular del escritor y su percepción de sí mismo y de los demás en sus vidas. La no ficción también incluye piezas basadas en opiniones, como editoriales y discursos. Estos son factuales en el sentido de que representan lo que el orador o escritor realmente cree o quiere lograr.
La no ficción literaria es un subconjunto de obras de no ficción que incorpora los elementos estilísticos y creativos que se encuentran más comúnmente en la ficción. La no ficción literaria incluye los elementos de escenario, personaje, trama y tema. En algunos casos, este género incluso ha incorporado novelas de no ficción, un estilo brevemente popularizado en las décadas de 1960 y 1970 por A sangre fría de Truman Capote. Su flexibilidad estilística y profundidad temática demuestra que la literatura de no ficción puede ser tan sofisticada como la ficción clásica.