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  • Està bien.
  • Tiene que ser sin anestesia.
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  • Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillocaliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y
  • séquese las lagrimas
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  • El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio elcielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos.
  • A usted o al municipio .
  • Es la misma vaina .
  • Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y sesintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, lafresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada,ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.-Tiene que ser sin anestesia -dijo.-¿Por qué?-Porque tiene un absceso.El alcalde lo miró en los ojos.-Está bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa detrabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarselas manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
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  • Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillocaliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies ysintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas.Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas.Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.-Séquese las lágrimas -dijo.
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  • AMERICA ALANIS MARROQUIN 0901
  •  El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio elcielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos.El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal.”El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a lapuerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.-Me pasa la cuenta -dijo.-¿A usted o al municipio?El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica. -Es la mismavaina. 
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