Un domingo de principios de agosto en Arezzo, en la campiña toscana, Italia...
Este lugar está abarrotado de turistas y nadie nos sabe decir cómo llegar al castillo del escritor venezolano Miguel Otero Silva.
Mejor vámonos de aquí
¡Buenos días!Disculpa la molestia, pero, usted sabe dónde está el castillo?
Tras viajar por un camino de cipreses, llegamos con una pastora de gansos...
Sí, se encuentra en esa dirección.Un momento, no piensan dormir allí, ¿o sí?
¿Un fantasma?
No, solo pensamos ir a almorzar.
menos mal, porque en esa casa espantan.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar.
Han habido muchos grandes aquí en Arezzo, con grandes aportaciones, pero el más grande fue Ludovico.Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, construyó este castillo es su desgracia.Tuvo un poder enorme y un gran amor.
Fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas.A partir de la media noche el espectro de Ludovico deambula por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.