En aquella asamblea, Atenea aprovechó para hablar con Zeus para pedirle algo...
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¡Oh padre nuestro!, el más poderoso de los reyes, que ahora agrada a los dioses bienaventurados que el prudente Ulises vuelva a su casa, enviemos momento a Hermes, el mensajero de los dioses, para que diga pronto a la ninfa de hermosa cabellera nuestra firme voluntad sobre la vuelta del magnánimo Ulises a fin de que regrese a su patria. Entre tanto, yo iré a Ítaca, para exhortar a su hijo y fortalecer su corazón.
!Hacerlo volver a su patria!
Atenea se disfrazó de forastero para ir a la casa de Ulises, Encontró a los soberbios pretendientes delante de la puerta, recreando su espíritu en el juego de dominó, sentados sobre las pieles de los bueyes que ellos mismos habían matado. Heraldos y activos servidores mezclaban vino y agua en las cráteras, o bien lavaban las mesas con porosas esponjas, las ponían delante de los pretendientes, y dividían las carnes abundantes. Él divino Telémaco fue el primero que vio a la diosa: estaba sentado en medio delos pretendientes con el corazón afligido, pensando en que su valiente padre viniera cualquier parte, ahuyentara del palacio a los pretendientes.
Luego de decirle el mensaje a Telémaco, Atenea se fue del lugar...Telémaco pensó que aquel huésped pudiera ser alguna divinidad. habiendo infundido en el corazón de Telémaco fuerza y audacia, y dejándole un recuerdo aún más vivo de su padre. Meditando en su ánimo, Telémaco se estremeció al suponer que el extranjero sería alguna divinidad, luego de eso, Telémaco se dirigió donde estaban los pretendientes. y fue donde escuchó un cato de un ilustre aeda.
Una vez del disgusto que paso Atenea con los pretendientes soberbios de Penélope, se reunió con Telémaco, hijo de Ulises, para entregarle unas palabras.
¡Telémaco! El divino Ulises no ha muerto aún sobre la tierra: vive y está detenido sobre el vasto mar, en una isla, dominado por hombres violentos y salvajes, que lo retienen contra su voluntad, echa a los pretendientes de tu palacio, agarra una nave y a todos los aqueos y pregunta sobre Ulises a Néstor y a Menelao, si te dicen que está vivo espera un año más, si te dicen que está muerto, vuelve a Ítaca para hacerle una tumba a tu padre y entrega a tu madre Penélope a un marido, luego matas al resto de los pretendientes; se valiente Telémaco.
Najo Telémaco para ver lo que pasaba y encontró a su madre Penélope pidiéndole al adea que parece con el canto, ya que le recordaba a su difunto marido y le dolía en el alma.
Asombrada Penélope, volvió a su aposento guardando en su corazón el sensato consejo de su hijo; y subiendo al piso alto, lloró después a su amado esposo, hasta que Atenea, la diosa de ojos brillantes, vertió en sus párpados dulce sueño.Luego de que Penélope subiera, Telémaco se quedó abajo para dirigirles algunas palabras desafiantes.
¡Madre mía!, ¿por qué te disgusta que un cantor tan amable nos deleite según su deseo? Los aedas no son los causantes de nuestras desgracias, sino Júpiter, que otorgases dones a los industriosos mortales, como le agrada. No hay que indignarse, porque Femio cante el cruel destino de los griegos: los hombres celebran preferentemente el canto más nuevo que se ofrece a sus oídos. Tu alma y tu corazón deben obligarte a escucharlo: Ulises no es el único que ha perdido el día del regreso: otros muchos han perecido. Vuelve a tu aposento, y ocúpate en tus labores, en la tela y en el huso, y ordena a las criadas que se apliquen al trabajo. La palabra corresponde a los hombres, ya mí principalmente que poseo el mando de la casa.
Así dijo; y todos se mordieron los labios, asombrados de la osadía con que hablaba Telémaco, algunos alcanzaron a refutarle con gran insolencia y soberbia, pero fueron sofocados por el espíritu y audacia de Telémaco; luego los pretendientes se seguían divirtiendo y atendiendo al agradable canto y esperaban a que llegara la noche. Estando entretenidos, llegó la oscura noche: entonces desearon dormir y se retiraron a sus casas.
Pretendientes de mi madre, llenos de insolente audacia, regocijémonos ahora comiendo, sin dar clamores, porque es agradable oír a un cantor como Femio, semejante en su voz a los dioses. Pero en cuanto amanezca, sentémonos en asamblea, para que yo os diga, sin rodeos, que salgáis del palacio: ocupaos en otros festines y gastad vuestras riquezas en mutuas recepciones. Y si os parece mejor y más ventajoso consumir impunemente la propiedad de un hombre, podéis destruirla; pero yo invocaré a los dioses inmortales, a ver si Júpiter ordena el castigo de estas acciones: entonces pereceríais sin venganza dentro del palacio.
Luego de la retirada de los pretendientes, Telémaco subió a acostarse en el aposento elevado que le habían construido en el hermoso patio, en lugar descubierto: muchas preocupaciones agitaban su mente, meditando toda la noche en el viaje que le había aconsejado Atenea.