Valiente Ulises, gloria y honor de los Aqueos, detén el negro navío y escucha nuestra canción.
¡Déjenme ir con ellas!
Ulises no se tapó los oídos, pero ordenó a sus hombres que lo ataran de los pies y las manos al mástil, tan fuerte como les fuera posible, y que, aunque él, al escuchar la voz de las Sirenas, les rogara por señas que lo desataran, no le hicieran caso.
Lo logramos
El canto de las sirenas decía así: acércate, valiente Ulises, gloria y honor de los Aqueos, detén el negro navío y escucha nuestra canción. Ningún héroe pasa jamás de largo por este lugar, sin escuchar nuestras voces, nosotras abemos todo y conocemos por tanto los grandes trabajos que has pasado ante la ciudad de Troya. Cantaremos para ti la gloria de las victorias griegas y te predeciremos el porvenir. ¡Ven, acércate, valeroso Ulises!
Continuara
Al escuchar esto Ulises trato de desatarse los nudos para así correr hacia las sirenas, hizo señas a sus tripulantes para que lo desataran, pero como ellos tenían los ojos vendados no lo podían ver.
Los otros tripulantes seguían remando hasta que se alejaron de la isla de las sirenas, lejos de la isla Ulises volvió a tener cordura y dio la orden de que lo desataran y de que sus marineros se quitaran la cera de los oídos, pero esto no fue todo, otro peligro les esperaba .