Cuento extraído del Conde Lucanor con enseñanza didáctica.
Текст на Статията
Un hombre llegó a tal extremo de pobreza, que no tenía absolutamente nada que comer.
Después de mucho esforzarse para encontrar algo con que alimentarse solamente halló un recipiente lleno de altramuces. Al acordarse de lo rico que había sido y verse ahora hambriento, con unos tristes altramuces como única comida, pues sabéis que son tan amargos y tienen tan mal sabor, se puso a llorar amargamente.
Pero, como tenía mucha hambre, empezó a comérselos y, mientras los comía, seguía llorando y echaba las pieles detrás suyo.
Estando él con este pesar y con esta pena, notó que a sus espaldas caminaba otro hombre y, al girar la cabeza, vio que el hombre que le seguía estaba comiendo las pieles de los altramuces que él había tirado al suelo. Se trataba de otro hombre que también había sido rico.
Cuando el primer hombre vio al que comía los altramuces le preguntó porqué se comía las pieles que él tiraba. El segundo le contestó que había sido más rico que él, pero ahora era tanta su pobreza y tenía tanta hambre, que se alegraba mucho si encontraba, al menos, pieles de altramuces con que alimentarse. Al oír esto, el que comía los altramuces se tuvo por consolado, pues comprendió que había otros más pobres que él, y tuvo así menos motivos para desesperarse.
Con este consuelo, luchó por salir de su pobreza y, ayudado por Dios, salió de ella y otra vez volvió a ser rico.
Por padecer pobreza nunca os desaniméis,porque otros más pobres un día encontraréis.