Su madre y ella se dirigieron a unos grandes almacenes:
Coraline
Neil Gaiman
-Debe de llevar a algún lugar
1. —¿A dónde conduce esa puerta?
Su madre negó con la cabeza
—A ningún sitio, cariño.
—Me aburro —se quejó ella
Porque no juegas conmigo? -le pregunto
—Lárgate —le dijo en tono desenfadado cuando la oyó entrar.
—Pues aprende a bailar claque —le aconsejó sin girarse.
—Estoy ocupado. Trabajando —añadió. Aún no se había tomado la molestia devolverse a mirarla—.
—Mamá, en el colegio todo el mundo lleva camisas grises y cosas de ésas, pero nadie tiene guantes verdes. Sería la única.
—No.
Su madre no le hizo caso. Estaba hablando con la dependienta: comentaban qué tipo de suéter le iría mejor a Coraline, y ambas coincidieron en que el más apropiado era uno excesivamente largo y holgado.
—Sí, cariño. Creo que no te vendrían mal unas cuantas pinzas para el pelo, ¿no te parece?
—¿Coraline? —preguntó la mujer—. ¿Eres tú?Entonces se dio la vuelta. Sus ojos eran dos grandes botones negros—Es hora de comer, Coraline —dijo la mujer.
—¿Quién eres? —quiso saber Coraline
- Soy tu otra madre
—Hola —respondió Coraline—. Vi un gato igual que tú en el jardín de mi casa. Debes de ser el otro gato
—Creo que sí. Pero, si eres el mismo gato que vi en casa, ¿cómo sabes hablar?
En el jardín de su casa.—Buenas tardes —la saludó el gato.
—No —replicó—. No soy el otro. Soy yo. —Ladeó la cabeza y sus ojos verdes centellearon—.