Un día el Conde Lucanor le contó un problema a Patronio
Patronio, tengo dos hermanos casados que viven su matrimonio de manera muy distinta
Os contare lo que sucedió al emperador Federico y a Alvar Fáñez Minaya con sus esposas.
El emperador Federico casó con una doncella; pero no era feliz, pues antes de casarse no se había enterado de su mal genio.
No te eches de este ungüento, es muy malo para la heridas
Es del que me voy a echar
Al final la mujer del emperador murió por hacer siempre lo contrario a su marido
Alvar Fáñez se caso con al hija pequeña de un conde, aunque su sobrino creería que algún día su mujer le iba a fallar. En el camino a las tierras de su sobrino surgió un dilema.
Pero tío, como dices eso si son vacas
Mira sobrino cuantas yeguas
Después de caminar largo trecho por el camino, viendo don Alvar Fáñez a su sobrino muy preocupado y le dijo:
Debo deciros que para mí las vacas que vimos, de las que yo decía que eran yeguas, eran vacas como vos defendíais
Entonces tío haces muy bien amándola y confiando en ella
Desde el comienzo debe el hombre enseñara su mujer cómo se ha deportar.
Pienso que vos, señor conde, siguiendo estas reflexiones podéis aconsejar a vuestros hermanos de qué manera han de portarse con sus mujeres.
No es cierto, son yeguas como dice mi marido
Y os aseguro que, desde el día que me casé, nunca vi a mi mujer hacer algo en su propio provecho sólo lo que yo quisiere