Nada de eso sirve, doña Ùnica. Usted tiene que buscar, o lo que se come, o lo que se vende.
No llore niña Ùnica. Al principio cuesta mucho, pero despues todo el mundo se acostumbra
Asco da no comer
¿Y no les da asco?
Hacia la noche, Única convocó a sus vecinos, les habló del amor alprójimo, e instauró la costumbre de cenar juntos, con la condición de quecada cual aportara algo a la olla común.
Ella es maestra
Tal vez tenga razon
Ahì cayò su ventura, ahì se le hizo pedazos contra el suelo su penùltima inocencia, cuando comprendio que aquello de vivir en la basura no era metafòrico, sino la màs desenfrenada realidad.
Don Retana era un marinero retirado, unhombre viejo y todavía fuerte.
A menudo se le va la honda, se queda como tonto, con la jeta abierta,y otras veces se pone a hablar en inglés, que dice que aprendió con losmarineros de otros países
Ahí se levantó su ventura: Única reparó en cada uno de los rostros; donConce, don Retana, tan mayores ya, y tan decididos por la vida así tuvieranque arrebatarles el pan a las palas de los tractores. Su mirada iba de rostroen rostro, como una mariposa sobre flores resecas, pero en cada caraencontraba un asentimiento. Al final de la larga fila, Única Oconitrilloquedó convencida de que le habían revelado una verdad: “Asco da nocomer”.
Don Concepción era un viejo achacoso que llegó de la zona bananera.
Dice que cuando llegó, no encontró ni a uno solo de los familiaresque vivían en la ciudad.
Ya venía jodido. Se vino porque lo despidieron por viejo.
El precario era entonces un “barrio nuevo”. La comunidad de los buzosse había formado de campesinos inmigrantes y otros desposeídos
El primer domingo del quinto mes de afincada en el botadero, Únicaperdió su última inocencia cuando el cura de la iglesia no la dejó entrar amisa y le pidió que no volviera más mientras no encontrara trabajo y sepresentara decentemente a la casa de Dios, y no así, que hasta dejaba hedionda la banca donde se sentaba.
Dios no desprecia a ninguna de sus criaturas.
Dios manda en el cielo, pero aquí mando yo, y a mí no me gusta quela iglesia se llene de vagabundos.
Entre esas almas del más variado pelaje, Única aprendió a distinguir locomestible de lo reciclable.
Está jodido de los güesos, a veces hay que ayudarle a levantarse,porque se cae y no puede solo.
Ese domingo fue para Única el primero de su vida que recordaba sin lamisa de siete.
—¡El muy hijo de puta!, rezongó don Conce, pero Única le pidió que nodijera palabrotas.